viernes, 5 de diciembre de 2008

Adentro de mi Cabeza

Parte III

Javier: (rompe el silencio mortal que acaba de inundar la sala) Yo tengo parte de culpa en esto… Yo fui el que le dijo en secreto a Raúl que todo estaba bien, que le diera para adelante. (Nadie lo mira) Quizás fue porque me envalentoné, porque de repente el de arriba me dijo que era yo el que tenía que empezar a tomar las decisiones… Y Raúl también acordó, por lo que hizo lo que yo quise, nada más y nada menos.

Omar: Si, Javiercito querido, si. Pero acá cuando yo dije “me estoy hinchando las pelotas” y vos me escuchaste y acordaste conmigo, Raúl no se enteró ni tomó partido al respecto. De hecho, todo lo contrario, ¿te acordás? Fue cuando la fractura. Hasta la gente de las otras cabezas nos dijo “muchachos, esto que pasó es el destino, aprovechen la circunstancia y déjense de romper las pelotas”. Nadie les hizo caso.

Raúl: Entramos en la misma, Omar. Es cierto, nadie los escuchó, pero acordáte de que acá todos los muchachos estaban con el póker a mil, nadie tenía cara larga.

Artista: Mentira, Raúl. En ese momento yo empezaba a perder mis cartuchos artísticos, y a vos no te importó demasiado. Agotar al grupo hace que a mí me de por la angustia existencial, y ya sabemos que eso no es bueno.

Javier: Es cierto, yo no lo puedo soportar. Cuando estamos con la cuestioncita esta de “angustia existencial”, mi razonamiento desaparece, y acordamos a principio de año que la cosa iba a funcionar como yo decía…

Muchachos, ¿qué fue lo que pasó?

Omar: No sé, Javier. Pero ahora que estamos todos más tranquilos… ¿Por qué no nos echamos un jueguito de póker?

Raúl: No, Omar, aprovechemos la charla, pero integrémoslos a todos. Muchachos, ¡acérquense!

(los tipos tirados alrededor de la mesa se acercan y se sientan, con expresión amistosa)

Omar: Ahora que todos estamos más tranquilos porque las obligaciones han finalizado, aprovechemos para tomar una copita…

Javier: Brindar por lo que viene…

Raúl: Y no perder las expectativas ni las metas…

Artista: Recordando siempre que la mejor de las sonrisas es aquella que nos lleva a la libertad.

El resto de los personajes sonríen. La Gula se aleja en un rincón con un sánguche de mortadela. El Avaro tiene dos copas de ginebra y mira a su alrededor con recelo. El Amante se ha perfumado y se pavonea, aunque nadie le da pelota. A la Envidia no la han dejado sentarse a la mesa, pero Raúl le da una copita pequeña porque reconoce que siempre está allí para acompañarlos. El Deseo tiene la botella en la mano y la empina mientras se ríe a carcajadas. El Soñador tiene los ojos como platos y mira a un gato negro que ronronea en uno de los colchones que hay tirados por allí.

Omar, Javier y Raúl se miran y sonríen felices. Cada uno levanta su copa para brindar con el vacío.

Los tres están decididos a darle batalla a esta cabeza que les ha tocado en suerte.-

Adentro de mi Cabeza

Parte II

Jugador I: Mirá, yo no quiero romperte los huevos pero la verdad es que te estás dejando. Y vos sabés muy bien que es un esfuercito más y san se acabó. No entiendo qué es lo que te cuesta tanto.

El Jugador II lo mira de reojo. Tiene ojeras violetas y la mirada profunda. Se rasca una ceja y lo mira fijo. Está por decir algo, pero se arrepiente. Está tan cansado que ni siquiera sabe si tiene sentido discutir.

Jugador I: Mirá, Omar, vos a nosotros nos tenés que decir qué carajo te pasa. Sino esto no va para ningún lado. ¿O no, Javier?

Javier, el Jugador III, está desconcertado. Lo mira fijo.

Jugador III (Javier): Si, si, es cierto, Raúl. Bah, bueno… No sé. Yo lo entiendo a Omar. No tengo nada para decirle. O sí. Qué se yo…

Jugador I (Raúl): Siempre tan indeciso vos. Saben, a veces pienso que tu indecisión, Javier, es lo que nos tiene en la lona.

Omar le clava la mirada. Raúl no baja los ojos. Tiene una actitud desafiante.

Jugador II (Omar): Mirá, Raúl, para mi tu prepotencia tiene un límite. Y si me preguntás a mí, lo que me pasa es que tengo LAS PELOTAS INFLADAS. Sí, si, no me mirés así. A vos también se te inflan, la única diferencia es que a vos te gusta. Sinceramente, a mí esto ya me tiene saturado. Y fijáte como solito vos no podés hacer nada.

Raúl lo mira con rabia, pero mantiene la postura. Eleva un poco el tono de voz.

Raúl: La cosa acá, querido, es que vos antes eras un lloroncito. Si no hubiera sido por mí, vos no salías de ningún lado.

Omar: Y te lo agradezco. Pero hace ya bastante tiempo que acordamos que lo que estabas haciendo había sido circunstancial, pero no era lo mejor. (Mira a Javier como buscando apoyo) Digo, no era lo mejor para ninguno de los tres.

El borracho de la punta se levanta y hace un mohín gracioso. Raúl lo fulmina con la mirada y el borracho se sienta. Antes de que alguno de los tres continúe hablando, levanta la botella de vino que tiene en la mano derecha, como si estuviera brindando con un ser imaginario.

Omar. En fin, como te estaba diciendo, Raúl… Es una pena, pero tengo las pelotas hinchadas, ¿me entendés? Yo sé que a vos te es difícil, porque a vos si no te pasa algo no podés estar tranquilo, pero a mí me parece que la cosa me funciona diferente. Me copa hacer ochenta cosas, bárbaro, me copa hacer ochenta más, pero ya 2500 me están rompiendo un poquitito las pelotas.

Y te digo, esto no es de ahora, pero por respeto a vos y a Javier, que está tratando de afianzarse en su laburo, no dije nada antes. Pero estas últimas semanas me destruyeron, de verdad que ya no puedo más.

Javier. Gracias, Omar. Yo te juro que trato. Trato de hacer todo lo posible, pero me cuesta. No sé porqué me cuesta tanto. Me alegra saber que vos cooperás.

Raúl: Acá todos cooperamos Javier. Lo que a mi me disgusta es que, aún a pesar de todas las pelotudeces que descubriste este año, sigas siendo el mismo pelotudo de siempre. Valga la redundancia.

Omar (le para la bocha) Pará, Raul. ¿No te das cuenta de que no todo es pum, pam pim? A vos porque te resulta fácil, al que se te mete en el medio le ponés un golpe y se acabó, pero acá la joda es distinta.- Date cuenta, si Javier fuera igual que vos, estamos todos cagados. (Mira al fondo. El Artista, La Gula, El Avaro y el Amante lo miran sin expresión) Todos ustedes, muchachos, ni existirían. Para que sepan.

Los tres se quedan en silencio. Raúl se sirve un vaso de ginebra y se lo manda de un saque. Las cartas de póker están desparramadas por la mesa. Javier mira fijo la ginebra que quedó en la botella. Parece estar pensando en algo pero es muy tímido y le cuesta terminar un razonamiento. En realidad sufre de cobardía y la actitud de Raúl no lo ayuda. Desde el fondo, el Artista (que está borracho) se dispone a contestarle a Omar. Tiene una camisola verde y un pantalón a rayas, y el pelo largo y desprolijo.

Artista: Tenés razón, Omarcete querido! Vos tirále algo a los perros de acá atrás. A mi se me terminaron las hojas y me acabo de leer el último libro. Vos te das cuenta, el día ese en el que Raúl estaba todo histérico…

Raúl (enojado): ¿Cuándo, pibe? Acá no hablés demás, vos sabés que te respeto mucho, pero hace rato que te la pasás fumado y te cuesta la creación. Esta cuestión no tiene que ver únicamente conmigo y mi prepotencia, si yo no estuviera vos seguirías drogadísimo, y la creatividad ahí se te convertiría en angustia existencial. Está muy bien que tengas que laburarla, sabés.

Artista: Raúl, no me jodas. Hace rato que no podemos leer un libro. Vos con tus ochocientas mil obligaciones y la puta que te parió. Quiero sentarme a leer un libro y la cabeza no funciona. ¿Me estás jodiendo? A principio de año dijiste que este año no iba a ser como el pasado, y mirá. Tenías razón, fue peor.

No, si sos un hijo de puta, vos.

Omar: Yo al Artista no lo defiendo pero un poco de razón tiene. Este año dijimos que la cosa se iba a tranquilizar y al final, al carajo con todo.

Raúl (se sienta, como cansado): Ya sé, muchachos. Lo que pasa es que estábamos todos tan contentos, que me pareció una boludez no aprovecharlo. ¿O me van a negar eso? Todos fantásticamente bien, jugando al póker…

Todos se miran, asienten con la cabeza, y se quedan en silencio.

Adentro de mi Cabeza

Parte I

El ambiente está cargado. Hay olor a cigarrillo y a medias viejas. En un rincón, despanzurrado, un almohadón de color rojo. Un gato duerme entre bollos de papel, viruta y polvo.

En el medio del ambiente, una mesa verde y roja. Sobre ella, una lámpara irradia una luz amarillenta que descubre paredes descascaradas. El cuadro de Cassius Marcelus Coolidge está despintado y cuelga medio torcido en la pared de la izquierda. Al fondo, una puerta de madera que rechina cada vez que se abre.

En la mesa hay seis sillas, pero sólo tres están ocupadas. Los jugadores han perdido la apuesta (o la han ganado), aún no se decide, y están discutiendo. Uno sólo está sentado a la mesa. Otros dos (los más importantes del grupo) lo recriminan desde el costado. Parece estar siendo juzgado, pero se defiende bien.

De entre las sombras de un pedazo de goma espuma amarillento, sale caminando tranquila una cucaracha. El Jugador IV (el Amante) está tirado allí. Se despereza y mata la cucaracha de un manotazo.

El resto de los tipos que están en la habitación lo miran. Ahora el Jugador I (que se llama Raúl) tiene la palabra, y el Jugador II (que se llama Omar) sabe que la discusión será para largo y tendido.